La trotamundos pionera.
Recorriendo mundo con una bicicleta, la inglesa Elspeth Beard cumplió su sueño hace 30 años, cuando aún no había navegación por satélite, Internet o teléfonos móviles. Beard emprendió su aventura por su cuenta.
¡Dirígete al oeste, jovencita!
¡Dirígete al oeste, jovencita!
La primera parte de su viaje comenzó en Nueva York: «La facturación de la moto me costó por entonces 175 libras, y mi billete, 99 libras», recuerda. Habiendo salido desde la Gran Manzana, viajó a Canadá y después bajó a México antes de dirigirse a Los Ángeles. Allí se subió a un barco con su moto rumbo a Sídney. Tras llegar a Nueva Zelanda, interrumpió su viaje para explorar el país a pie mientras su moto seguía viajando.
Beard permaneció en Sídney durante 7 meses. Allí trabajó en un estudio de arquitectura para ganar experiencia profesional y llenar un poco los bolsillos vacíos. Antes de continuar su viaje pasó semanas fabricándose un top-case con cerradura y maletas laterales con chapas de aluminio dobladas y remachadas. En su viaje por Australia, tuvo su primer gran accidente en una carretera sin asfaltar cerca de la ciudad de Townsville, en Queensland. Su R 60 volcó y Beard sufrió una grave conmoción cerebral. Afortunadamente, no hubo rotura de huesos.
Sobresaltada pero sin desanimarse, tuvo que permanecer hospitalizada dos semanas antes de seguir el viaje hacia el norte por la costa este australiana, continuarlo por el interior para volver a Ayers Rock y, finalmente, cruzar la llanura de Nullarbor hasta Perth, en la costa oeste. Allí subió su moto a un barco con destino a Singapur y exploró Indonesia mientras la moto llegaba a su destino.
Drama en Asia.
Drama en Asia.
En Singapur volvieron los problemas: le robaron todos sus objetos de valor, el pasaporte, el visado y los documentos de matriculación y de transporte de la moto. Por tanto, se vio obligada a permanecer en la isla seis semanas más para conseguir la documentación de sustitución. Después viajó por Malasia y Tailandia hasta Bangkok, y desde allí hasta Chiang Mai y el Triángulo de Oro.
Puesto que las carreteras que conducían a la India (pasando por Birmania) no eran transitables, volvió hasta el sur para embarcar la moto desde Penang con destino a Chennai. En este trayecto tuvo su segundo gran accidente. Un perro salió corriendo de detrás de un camión y se puso justo delante de las ruedas. Su moto chocó contra un árbol y Beard se hizo hematomas y abrasiones; sin embargo, como por obra de un milagro, no se rompió ningún hueso. La humilde familia tailandesa en cuyo jardín acabó Beard tras el accidente la cuidó durante varios días. «Ellos no hablaban ni una palabra de inglés, y yo ni una palabra de tailandés, pero nos entendimos por medio del lenguaje de signos», recuerda.
Sus anfitriones tailandeses quedaron bastante fascinados por la remachadora que utilizaba para reparar las maletas de la moto abolladas. En la cocina, Beard descubrió la mitad del perro al que había atropellado, y comprendió que la familia ya se había comido la otra mitad. «En ese mismo instante entendí por qué se habían encargado de mí tan alegremente: les había proveído de comida para dos semanas».
Elspeth Beard
Política, permisos y pasaportes.
Tras haber cruzado Pakistán sin ningún percance, Beard y su compañero holandés llegaron al Irán posrevolucionario. Contaban con 7 días para cruzar el país. Beard estaba tan débil a causa de la hepatitis que apenas podía mantenerse de pie, y mucho menos conducir una moto. El freno de tambor trasero no funcionaba correctamente debido a una fuga en el retén de aceite, y la transmisión ya tampoco funcionaba porque faltaba un muelle, que habría costado apenas unos pocos centavos de haber conseguido encontrar uno allí.
La mayor parte del tiempo llevó puesto su casco Bell abollado a modo de burka no oficial, incluso cuando no estaba montada en la moto, para que así la gente pensara que era un hombre. Finalmente, los dos llegaron a la frontera con Turquía tan solo unas horas antes de que su visado para Irán expirara.
De camino a casa.
Elspeth Beard